Tengo un trauma. Y es con los gases

Para los que conducimos coches viejos, hay un día al año que amanece oscuro aunque afuera luzca el sol con fuerza. Es un día en el que llevamos pensando desde hace tiempo, imaginando las posibles consecuencias que pueda tener. El día de pasar la ITV. Un día en el que todo puede cambiar, seguir como si nada o convertirte en alguien diferente.

Y, sí, lo has adivinado, yo lo acabo de superar. Un día antes de escribir esto, estaba un poco nervioso. En mi cabeza había un check list: ¿He comprobado las luces? ¿He comprobado que hay líquido en el limpiaparabrisas? ¿Las matrículas están en buen estado? ¿Hay dibujo en la banda de rodadura? Y así hasta el infinito.

A todo esto, la respuesta es no. ¡Así soy yo! Pero también es porque en principio mi  Mitsubishi está perfectamente en orden de marcha aunque no aparezca en la lista de los coches más fiables en las ITV, según un técnico. También tengo la ventaja de que conduzco estos coches tristes porque quiero, y me gustan: un TOC que tiene uno.

Los neumáticos están nuevos y a las presiones indicadas; cada vez que voy a hincharlos, compruebo líquidos: aceite, frenos, dirección, limpias... Las luces se reflejan en la pared del garaje cuando aparco y lo demás... bueno, como es un coche que utilizo, sé que está en orden de marcha. 

Pero aun así, hay factores que no puedo manejar. Supongo que si estás en mi situación, sabes que el coche frena bien, que no hay holguras, que los guardapolvos están en buen estado... 

En mi caso tengo un trauma: los humos. No sé cómo me las apaño, pero en todos mis vehículos las paso canutas para superar la prueba.

En un R5 GTL que tenía, todos los años pasaba raspando; en una Yamaha fallaba casi todos y cada uno de los 10 años en que la tuve aunque el catalizador fuera de serie: parece ser que era una cosa endémica de ese modelo. 

Lo mismo con un 318is al que tuve que hacerle algunos arreglos (con todas las de la ley, porque tenía agujeros en toda (!) la línea de escape) y mi penúltimo coche, el 306 Cabriolet, tuvo muchos problemas hasta que decidí cambiar el catalizador por uno nuevo (y caro) para poder vivir con tranquilidad. 

Cuando estás así, entiendo que se te pueda pasar “hacer el mal”, aunque la puedes liar bastante parda: la Guardia Civil desmanteló un grupo que pasaba ITV fraudulentas y detuvo a sus integrantes... Y es que hacer esas trampas es delito.

La última de las inspecciones ha sido con mi gris, pero espacioso y polivalente Mitsubishi Space Wagon. De nuevo los gases: de primeras marca valores cercanos a la destrucción total de la atmósfera y hasta se generan auroras boreales en la línea donde están comprobando el coche. Luego, poco a poco baja hasta pasar por los pelos. El aprobado raspado típico, aunque aquí sabe bastante peor que en bachillerato. 

En la ITV me dicen que el catalizador es uno muy malo de una marca china muy barata, pero que como al final se pone la pantallita en verde, que puedo seguir adelante. 

A pesar de ese “Favorable”, se me queda ese reconcome: por delante, un año de “libertad vigilada” en el que he que pensar qué hago, teniendo en cuenta que en breve me voy a convertir en un ciudadano de segunda: un coche que paga sus impuestos, pero que por su pegatina B no podré conducirlo cuando quiera. Entonces, ¿lo cambio o no?

Una reflexión al ralentí

Catalizador chino y barato. Hace tiempo hice un reportaje enla revista en papel AUTOBILD acerca de las marcas chinas. No había empezado ni de lejos la oleada de aterrizajes actual, pero ya se hablaba de MG, DFSK y los primeros BYD. Para hacerlo estuve en contacto con gente de aquel país, incluyendo a una empresaria que conocía y que se dedica a importar artículos de lujo que se fabrican allí. 

Ella me decía que lo procedente de su país no es malo por venir de ahí. Simplemente, que es malo por ser barato y que la calidad al final la da el precio: por lo general, si es caro, será bueno. Y me ponía el ejemplo de iPhone.

En eso tiene bastante razón, pero tampoco puedo olvidar que allí se trabaja con unas empresas fuertemente subvencionadas, cuando no fuertemente estatalizadas, que permiten precios de derribo imbatibles para los competidores europeos.

Al hilo de esto, leo que la Unión Europa quiere imponer unos aranceles de hasta el 38% (en función del fabricante) como medida para acabar con la competencia desleal, aunque en China se han apresurado a amenazar con “atacar” a muchos sectores, entre ellos “los coches de grandes cilindradas”. En Alemania están temblando.

El lío está servido...

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Etiquetas: ITV, Opinión